Por Guadalupe Escobedo
Claudia Sheinbaum, Olga Sánchez y Nadine Gasman son de las pocas mujeres que en estos momentos tienen la oportunidad de incidir en las políticas públicas nacionales, la primera como Jefa de Gobierno de la CDMX, la segunda como la primera mujer que ocupa la titularidad de la Segob y la tercera al frente del Instituto Nacional de la Mujeres, ente creado con la finalidad especifica de atender con perspectiva de género la gobernanza del país. Sin embargo, las tres están decepcionando a sus pares, las mujeres.
Tanto se ha estirado la cuerda entre el gobierno federal y las feministas que está a punto de romperse, los diálogos fallidos, acusaciones y simulaciones están colocando a las colectivas contra la pared. Primero se retiraron los apoyos a las asociaciones civiles, luego desde el discurso presidencial se desdeñan las demandas femeniles, y ahora las mujeres del gobierno, se ponen de parte del sistema patriarcal y dan la espalda a la lucha feminista.
Aunque las tres funcionarias se definen como feministas, aseguran hablar y entender el mismo idioma de las víctimas de violencia de género, en esta semana hicieron una serie de desafortunadas declaraciones que las muestran como contrarias a las causas de las mujeres. Defienden al patrón y al sistema patriarcal que las arropa por paridad de género, se les olvida que precisamente la paridad en cargos públicos se da a partir de movimientos de colectivas feministas.
Cierto es que las mexicanas tienen en esta era mayor representación política en el poder, tanto en el legislativo como en el ejecutivo, pero al parecer la llegada de más funcionarias al servicio público no está dando los resultados esperados.
No todo es la CDMX, pero mucha de la fuerza femenina que está moviendo al país ha sido gestada en el centro, con la participación de grupos que logran replica en muchas de nuestras regiones; la capital ha sido escenario de muchas marchas y manifestaciones que han logrado avances considerables en los derechos humanos para todas, ahí ya está despenalizado el aborto, de ahí se alcanzó la paridad política, la ley Olimpia y otros recursos que posibilitan una mejor calidad de vida a las mujeres.
Desde la Segob, se incide en todas las dependencias y niveles gubernamentales para que se apliquen acciones con perspectiva de género y es desde el INMUJERES que debe vigilarse la aplicación de equidad de género en todos los programas sociales del gobierno.
Las tres políticas, que coinciden en muchos eventos y en sus discursos, podrían ser el Caballo o Yegua de Troya, sin embargo, parece que no están conscientes del germen que portan y que está metido hasta la medula del sistema al que siempre han pertenecido, operan con machismo y misoginia, y no, no conocen la sororidad.
Otras políticas como la ex periodista, Lyli Téllez que llegó a ser Senadora por el PAN o Citlalli Hernández Senadora con licencia de MORENA que pretende la presidencia de ese partido, lanzaron una serie de vituperios desde sus redes sociales contra las activas mujeres, pretendiendo con esto dividir el movimiento feminista.
Las fotos que las dependencias oficiales mandaron publicar en redes y medios retrataban una marcha violenta, de pelea entre feministas y policías, para desacreditar el movimiento.
Con estos ejemplos, sin dinero para la acción civil y ante la indolencia del presidente, las colectivas que luchan por los derechos humanos de las mujeres en este país están más solas que nunca, pero acompañadas entre sí, fortalecidas en redes indisolubles, porque no las mueve una pasión política, las impulsa un dolor, una pérdida, el deseo por una vida plena y libre de violencias para todas las mexicanas.