Nuevo conflicto entre Irán y EUA

Iniciamos el año 2020 en un entorno internacional convulso, luego de que el pasado jueves 2 de enero fue asesinado el general iraní, Qasem Suleimani, por órdenes del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump.

Es factible establecer dos razones fundamentales que han dado origen a las históricas confrontaciones entre ambos países: en primer lugar la lucha ideológica y cultural entre dos formas de entender al mundo, que se podría expresar como la lucha entre las civilizaciones occidental y oriental; en segundo lugar y no por ello menos importante, la intromisión de occidente en oriente con el objetivo de extraer bienes materiales y de obtener beneficios económicos.

Bajo esas claves habría que interpretar las sistemáticas injerencias de los gobiernos norteamericanos en países islámicos, destacando en el presente siglo la invasión a Irak en 2003, con el pretexto de que el régimen de Sadam Huséin, poseía armas de destrucción masiva con las que amenazaba la paz en occidente, y de que daba protección al terrorismo; argumentos que en un inicio resultaron verosímiles, en tanto estaba fresco el recuerdo del atentado a las torres gemelas de Nueva York en 2001, que se adjudicó el grupo islámico Al Qaeda.

La acusación sobre la existencia de dichas armas en Irak resultó una mentira, pero sirvió al gobierno de George Bush para eliminar a quien años antes había sido su aliado, precisamente en contra de Irán; al tiempo que pudo reivindicar su papel de máxima potencia militar. Asimismo, esa acción bélica le permitió sostener su intervención en el mercado petrolero, controlando las vastas reservas que existen allá y, por esa vía, en el negocio mundial de los hidrocarburos.

Hay que tomar en cuenta que en el actual contexto, Estados Unidos dispone de su alianza también histórica con el Reino Unido, con Israel y con Turquía; no obstante, gracias en mucho al trabajo político y militar que venía realizando el finado Suleimani, se ha establecido una alianza opositora en la que confluyen los gobiernos de Siria, Irán y Rusia entre otros países de la región, de tal forma que luego del asesinato del militar iraní, es previsible que esta última alianza se fortalezca, a pesar de las diferencias que enfrentan las diversas comunidades islámicas.

Asimismo, se puede inferir que habrá una reacción cruenta de Irán hacia Estados Unidos, que podría derivar en una guerra de dimensiones mundiales, a la luz de la personalidad iracunda, violenta y autoritaria del presidente Trump, quien no dudará en distraer la atención sobre el juicio político que se la ha iniciado en su propio país, por los delitos de abuso de poder y obstrucción al congreso norteamericano; al tiempo que intentará recuperar legitimidad entre los grupos más conservadores, vía la guerra contra sus presuntos enemigos históricos en oriente.

Ya advertía Samuel Huntington que estamos ante un choque de civilizaciones, con la singularidad de que en las actuales circunstancias al bloque occidental lo encabeza un desquiciado e irresponsable mandatario, que privilegia sus intereses económicos personales, familiares y de grupo; mientras en el otro bando se encuentran líderes ortodoxos, que arrastran el peso de una historia de conquista y opresión por parte de occidente.

Esta historia se sigue escribiendo, aunque con letras manchadas por la ignominia entre ambos mandos. La contraparte la deben representar los pueblos de ambas civilizaciones, que debieran manifestarse pública y masivamente en contra de más guerra y a favor de más convivencia constructiva.

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