Por Guadalupe Escobedo Conde
El Me Too o Yo También, que surgió a finales de 2017 es una historia de terror que no tiene final, las víctimas del acoso sexual que ejercen los hombres desde el poder, levantan la voz ahora desde Colombia y México.
La primera llamada para intentar frenar la violencia machista que se ejerce en espacios laborales surgió en Nueva York con acusaciones al director de cine Harvey Weinstein, que enfrenta la justicia de su país. De la industria del cine, pasó a otros ámbitos y se crearon filiales del Me Too como el de Escritores, Historiadores, Actores y Periodistas, se desplegaron largos hilos en twitter para las denuncias públicas, que no prosperaron, quedaron sólo en eso, en exposición mediática de los acusados que siguen impunes, pero sirvieron de desahogo emocional para muchas.
Ahora en medio de la pandemia, un reportaje periodístico desde Colombia, retrata la conducta anti social, violenta, misógina y machista de otro director de cine, Ciro Guerra, que acomodado en nuestro país, niega las versiones de ocho mujeres, que están animando a más para denunciar el acoso sexual laboral.
Es a raíz de la investigación de las periodistas Matilde de los Milagros y Catalina Ruiz-Navarro, que se sustenta este nuevo caso de siete hechos de acoso y uno de abuso sexual por parte del director a sus compañeras actrices, que no revelan sus nombres pues temen represalias, como quedar sin trabajo o ser tachadas de mentirosas, algo común en estos casos y en la impartición de justicia. En Colombia, relatan que el 70 por ciento del sistema judicial lo encabezan los hombres que aun piensan que es exagerada una mujer cuando se queja de acoso por que le rozan una pierna, un brazo o una mejilla.
En México, las colectivas feministas acogen el movimiento que retrata el reportaje que revive las experiencias de las víctimas, que están siendo revíctimizadas en la red; y es que cuando una mujer denuncia, se le cuestiona su vida privada, nadie le cree, ni cuestionan al agresor. En estos casos, socialmente interviene el pensamiento patriarcal y son ellas las culpables que deben demostrar su inocencia, para validar la responsabilidad de su agresor.
Los relatos que hoy salen a la luz pública, sucedieron en distintas fechas del 2013 al 2019 en localidades como Nueva York, CDMX, Bogotá, Cartagena, Medellín, Berlín, las autoras de la publicación que salió este miércoles en revista digital Volcánicas explican que fueron buscadas por una mujer que quería contar su historia y a partir de la primera, llegaron siete víctimas más que ni se conocían entre sí, pero coinciden en una intención, no hacer denuncia penal, porque no creen en la justicia y ni en la reparación del daño, no desean pasar por la revictimización del sistema, ni el escarnio público.
A pesar de ello, la investigación periodística queda abierta para documentar más casos, que al leerlos avivan las heridas de muchas víctimas de acoso en el espacio público. Revivimos emociones dolorosas.
Las desgarradoras historias que aquí narran, son apenas un botón de muestra de lo que pasamos todas las mujeres en algún momento de nuestra vida. Y el hecho de que se hagan públicas debería marcar una nueva pauta para el cambio del comportamiento del hombre en sociedad, ya es arcaico enseñarles que, no, es no, ya deben saberlo, hoy es momento de tirar sus malas conductas, deben aprender que en la convivencia social no caben más su galanteos, cortesías o preferencias hacia una mujer, se llama acoso, y acoso es acoso así sea sobre una o sobre ocho, y lo peor es que quedamos marcadas de por vida.