Llevar la Casa y el Arte a las Colonias
Cinthya Barrón Ruiz
Desde el mes de enero la Casa del Arte de Ciudad Victoria ha llevado un programa itinerante en colonias de la periferia de la ciudad. Bajo el nombre “Casa del Arte en tu Colonia” este programa tiene como propósito llevar talleres a sectores que quizá no conocían la oferta académica de la única institución pública de enseñanza artística en la ciudad. Visto así se puede pensar que es solo un programa social de promoción cultural del estado, sin embargo los talleres y la experiencia van más allá de eso. Lo digo en primera persona, porque he tenido la oportunidad de participar en ellos y porque cada lugar, cada grupo y cada día estos talleres transforman mi visión de la música y del arte colaborativo.
Mi segunda identidad, quizá mi vocación primigenia, es la música y he descubierto que enseñar música es disfrutarla por partida doble. Cuando se comparte lo que uno ama y ve a las personas contagiadas de una misma pasión se forma una comunidad que puede llegar a lugares insospechados. Por eso me entusiasmó mucho cuando me invitaron a participar en el programa porque creo firmemente que el arte cambia la percepción del mundo y sensibiliza a las personas. El arte es algo necesario en todos los tiempos pero especialmente ahora, en este Tamaulipas y nuestra Ciudad Victoria, el arte más que necesario es urgente.
El programa Casa del Arte en tu Colonia se compone de cuatro disciplinas: danza, teatro, artes plásticas y música. Mi programa de música la divido en un vistazo general a los grupos de instrumentos, introducción al lenguaje musical y lectura musical, rítmica básica y una parte práctica de instrumento de violín y violonchelo. Para mi sorpresa en estos talleres y en todos los grupos que me ha tocado atender son los chicos los que me enseñan a mí tanto o más como yo quisiera enseñarles a ellos. Pese a que algunos grupos son de colonias consideradas de alta peligrosidad, la realidad al trabajar con ellos es que la colaboración, apoyo, solidaridad y talento de los chicos es envidiable. Quizá si el arte llegara a todos los rincones ya no estaríamos hablando de índices de violencia, sino de compañías de teatro, de danza, exposiciones, orquestas y conjuntos musicales.
Agradezco al Arquitecto Ricardo Zárate Reséndiz, director de Casa del Arte Victoria, por hacerme parte de este proyecto y escuchar todas nuestras inquietudes y mejorar mis ocurrencias. A la Directora de Cultura Tamaulipas, la Licenciada Sandra Luz García Guajardo por llevar programas a lugares más allá de los recintos culturales y donar los instrumentos para realizar estos talleres. Mi infinita gratitud con los maestros y personal involucrado en este proyecto y su realización.
La novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez comienza con una imagen narrativa poderosa que da pie a una de las historias más entrañables de la literatura latinoamericana. En ella se cuenta que “frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Esta alegoría (sin el destino funesto del coronel Buendía) ejemplifica lo que siento al respecto de estos talleres: los chicos quizá no recuerden mi nombre, la ropa que llevaba puesta o incluso mi rostro. Pero sí recordarán que en alguna ocasión alguien llegó cargada de violines y violonchelos y que a través de ellos pudieron nombrar a la música y ser una orquesta, un violinista, un chelista en acción. Éstas son las experiencias que transforman y que pueden cambiar el rumbo de toda una vida.