Después de tres años de inactividad pública, el sábado 25 de septiembre se realizó en México, la VI reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), fundada en 2010 en nuestro país, cuyo éxito fundamental fue precisamente la reactivación del mecanismo regional, tan necesario para la vida política y social de los pueblos ahí representados.
Por encima de las discrepancias internas que desde su origen han sido evidentes, producto esencialmente de las diferencias ideológica de los gobiernos integrantes, así como de la presencia indirecta y velada del gobierno norteamericano alrededor del organismo, se avanzó en un amplio documento de 44 pronunciamientos, que van de las cuestiones de salud pública y la defensa de un orden internacional más justo, hasta el uso de la tecnología para la protección del medio ambiente ante el cambio climático, pasando por la lucha contra la corrupción y la pobreza.
Algunas de las diferencias ideológicas en el seno de la CELAC, quedaron expuestas en la cumbre del sábado, cuando se confrontaron el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro y sus homólogos de Uruguay, Luis Lacalle y, de Paraguay, Mario Abdo Benítez, por cuestiones internas de esos países; no obstante, sirvieron para reflejar los intereses subyacentes, superables en tanto la mayoría esté dispuesta a consolidar un mecanismo, que podría posicionar a la región como una de las más potentes del mundo, dada la diversidad y abundancia de recursos disponibles aquí, pero que históricamente han sido extraídos y usufructuados por potencias extranjeras.
A pesar de que hace algunas semanas, el gobierno de México había puesto sobre la mesa, la necesidad de repensar a la anacrónica Organización de Estados Americanos (OEA), a fin de alcanzar un entendimiento distinto con los Estados Unidos de América, al término de la reunión, el canciller Ebrard señaló que no hubo definiciones sobre el futuro de la OEA, dado que ese tema no era un punto a discusión en esta cumbre.
Cabe destacar como logro específico de la reunión sabatina, que las naciones de la región negociarán en bloque la obtención de fármacos para combatir a la pandemia del COVID; con el objetivo de asegurar un abasto oportuno que les permita hacer frente de mejorar manera, a una crisis que ha dejado 22 millones de pobres y, una caída económica del 8%.
Algunos mandatarios aludieron a la necesidad de revisar las causas por las que la vida de la CELAC ha sido incierta, no obstante, para no despertar susceptibilidades no profundizaron en ello; de modo que cabría recordar que los lazos que unen a las naciones que integran a la región, están atados por un pasado colonial, así como por el factor de la deuda externa, que ha limitado el desarrollo de la zona.
Por estos antecedentes, es imprescindible que se avance en la formalización del mecanismo, mediante un marco de Derecho internacional que establezca derechos y obligaciones para todos los miembros, como negociar tratados comerciales y políticos en bloque, tal cual lo hace la Unión Europea, lo que obligaría a las contrapartes a flexibilizar y ceder en sus posiciones.
En ese sentido, en el corto plazo habría que sustituir a la obsoleta y obstructora OEA, ideada para tiempos de la Guerra Fría, que pretende seguir operando bajo una lógica favorecedora de las políticas intervencionistas del gobierno norteamericano; consolidando un mecanismo autónomo formal, que coloque a los países de la región en igualdad de circunstancias para interactuar con los otros bloques y potencias mundiales.
El gobierno de México, en calidad de presidente temporal de la CELAC, debe por tanto avanzar con las naciones que así lo deseen, dejando que las circunstancias vayan obligando a la integración de quienes por ahora asumen posiciones escépticas, e incluso de franco boicot.