Ante las catástrofes mundiales que estamos enfrentando como la pandemia, el deterioro del medio ambiente y el subsecuente cambio climático, así como la pobreza; una vez más se ha puesto de manifiesto la gran vulnerabilidad de la civilización hegemónica y, por tanto la necesidad de atender de manera urgente tres prioridades: la producción de riqueza de manera sustentable y su distribución equitativa, la protección del medio ambiente y, el fortalecimiento de los sistemas públicos de salud y de seguridad social.
Baste referir que el uso del cubrebocas se está convirtiendo en una práctica inercial, mecánica, sin que nos detengamos a reflexionar sobre su razón de existir y la necesidad de su uso, cuyas respuestas están directamente relacionadas con el daño que la humanidad ha propinado y que sigue causando al medio ambiente, al deteriorarlo y contaminarlo alterando sus equilibrios.
En ese sentido cabe tomar nota que apenas en 2019, la preocupación en el mundo ante la contaminación del medio ambiente se centraba en la reducción en el uso de plásticos por una ocasión, es decir, sin reciclarlos; no obstante, con la llegada de la pandemia la prioridad de la salud medioambiental ha cedido ante la preocupación por la salud humana, sin darnos cuenta que ésta es imposible sin un medio ambiente sano.
Los centros hospitalarios son el mejor ejemplo de cómo la pandemia, ha incrementado de manera exponencial la generación de desperdicios, particularmente plásticos, entre cubrebocas, mascarillas, guantes y anteojos. El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, ha calculado que una cama ocupada no-Covid genera un promedio de 1.5 Kilos de desechos diarios, mientras una cama con paciente enfermo por el Covid produce nueve Kilos diarios.
En la misma tesitura, investigadores canadienses y portugueses han estimado que, si el mundo se adapta al uso de un cubrebocas desechable diario por persona, la actual pandemia estará propiciando un consumo y desperdicio de 129 mil millones de mascarillas y 65 mil millones de guantes por mes.
Esto sin tomar en cuenta los desperdicios que se derivan de la vida cotidiana, y de la basura doméstica que ha aumentado ante las medidas de confinamiento obligado, que han hecho crecer a las industrias de empaques plásticos bajo el lema úsese y tírese; basura cuyo destino sigue sin resolverse a nivel global, con casos alarmante en varias entidades federativas de México, donde aún no se toman medidas de reciclaje generalizado y obligatorio.
En este contexto, nuestro país estará pasando de alrededor de 78 mil a 92 mil toneladas de basura generada al día.
En 2019 la ONU había advertido que entre ocho y trece millones de toneladas de plásticos llegan cada año a los océanos, atentando contra la diversidad marina, en tanto su fragmentación en diminutas partículas hace posible que el viento las esparza y regresen al ser humano, a través de productos de consumo cotidiano como la sal de mar, la miel y los mariscos, causando daños graves a la salud.
Si bien los plásticos y demás materiales afines son ahora imprescindibles para el control de la pandemia, e incluso para separar los mismos desechos, si cuando logremos prescindir del cubrebocas seguimos viviendo con los mismos problemas de contaminación, precariedad en los servicios de salud y desigualdad social, significará que no hemos aprendido y que, irremisiblemente habremos de enfrentar más catástrofes como la actual pandemia, ya que no puede existir la salud humana con un planeta enfermo de gravedad.