Golpe de Estado y Racismo en Latinoamérica

De vuelta el golpismo militar aqueja a Latinoamérica, arropado por el racismo heredado de los siglos en que la región vivió bajo el estatus de colonias; cuyo último episodio lo testimonia Bolivia donde se han violentado los poderes legal y legítimamente constituidos, imponiendo de facto a un gobierno títere de los intereses de la burguesía local y de los capitales trasnacionales.

El ex presidente Evo Morales, de origen nativo y formado en la lucha sindical, se vio obligado a renunciar a su cargo, luego de que un sector de las fuerzas armadas y de la policía local lo presionó para que dimitiera, bajo el argumento de que había violentado el proceso electoral del que resultó nuevamente electo; siendo significativo que días antes el secretario general de la OEA, Luis Almagro, proclive a las directrices del gobierno norteamericano, había descalificado dicho proceso cívico.

El desinterés por las formas propio de los gobiernos autoritarios, evidenció al presidente norteamericano Donald Trump, quien de formas inmediata se congratuló públicamente de la posición de las fuerzas armadas bolivianas, que fijaron el ultimátum a Morales para que abandonara el poder, lo que permite inferir una colusión al menos indirecta del ese gobierno en los deleznables hechos.

Las cifras del gobierno de Morales son elocuentes sobre el avance soberano de la nación andina, que paralelamente ha provocado el descontento de los sectores que históricamente han saqueado a la región: Bolivia pasó de ser uno de los países más pobres de América a ser la nación con el mayor crecimiento, incrementando su PIB en 400%; se nacionalizó el gas y el agua que habían sido privatizados; se construyeron tres fábricas de cemento, dos en el sector automotriz, 28 en el sector textiles, en tanto se crearon 12,694 cooperativas que permitieron socializar las utilidades del trabajo.

Asimismo, Bolivia se asumió como nación plurinacional, reconociendo la autodeterminación y cultura de los pueblos originarios; en ese sentido, la mitad de los cargos públicos fueron ocupados por mujeres, de las cuales el 68% son de población originaria; el salario mínimo aumentó en mil por ciento; se construyeron carreteras, hospitales, centro deportivos, escuelas, el analfabetismo pasó de 22.7% a 2.3%; el nuevo orden jurídico otorgó derechos a los trabajadores, a los campesinos, a los estudiantes, a las mujeres y a los pueblos autóctonos; en ese marco, se creó la pensión para los adultos mayores y se estableció un bono para los estudiantes.

El gobierno de Morales ejerció el poder tomando en cuenta a los movimientos sociales, fue un gobierno promotor de la cultura y del respeto al medio ambiente; de modo que para las oligarquías locales y para los capitales extranjeros, el avance de los sectores más pobres bajo un gobierno con gente del pueblo, ha significado su derrota económica y cultural, ante lo cual no han cejado en emprender acciones para derrocar de cualquier forma a ese contrapeso político.

Dos datos más del gobierno de Morales contribuyen de manera significativa a explicar el golpe de Estado en Bolivia: la desaparición de las ocho bases militares que EUA tenía en esa nación, así como la construcción de 12 fábricas de litio y el acuerdo comercial con Alemania y China para explotar ese recurso, cuyas reservas más grandes del mundo posee la nación andina y que le están dotando de grandes recursos económicos; ambas acciones han merecido la reprobación del gobierno de Estados Unidos.

El nuevo gobierno interino encabezado por una mujer rubia artificial, ha propinado múltiples agravios a los sectores inconformes, sobresaliendo la represión física que ha derivado en muertes, sin que en este caso los organismos multinacionales se hayan pronunciado al respecto; incluso ese gobierno se ha dado tiempo para externar su pena por el gobierno mexicano que otorgó asilo político a Morales, cuya vida estaba en peligro.

El camino para el ex mandatario de Bolivia, junto con el grueso de la población que lo ha apoyado, es seguir la lucha política y diplomática; pues la militar está perdida mientras el gobierno golpista siga contando con el apoyo de la principal potencia militar del mundo, a quien dicho sea de paso, le urge sostener y generar conflictos bélicos.

Asimismo, es menester destacar que Morales dispone para esa lucha de un gran capital político y moral, pues justo es reconocer que se está hablando de un mandatario que no acumuló riquezas materiales, como maliciosamente se sigue insistiendo en medios conservadores afines a los usurpadores, y en cambio sí cumplió con el mandato de atender los interese de quienes lo habían elegido.

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