El presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha retomado la iniciativa de la participación ciudadana, más allá del derecho al voto; iniciativa que tiene como objetivo democratizar la toma de decisiones de gobierno.
No obstante que su mandato oficial comenzará hasta el 1 de diciembre próximo, el futuro gobierno ha convocado a diversos foros que han denominado participativos, particularmente en materia de educación y de pacificación.
Cabe precisar que la participación ciudadana implica que, una vez electos los representantes políticos, se establezcan mecanismos institucionales para facilitar la interacción periódica entre las autoridades y las organizaciones de la sociedad civil, a fin de corresponsabilizarse en la construcción de la agenda pública y, de las decisiones de gobierno para atender los diversos problemas que enfrentan las comunidades.
Tomando en cuenta la complejidad de las sociedades contemporáneas, para el futuro de la democracia resulta apremiante consultar periódicamente a los representados, a través de mecanismos horizontales que abonen a una convivencia constructiva, y que sustituyan a las tradicionales estructuras verticales de decisión.
En ese sentido se puede establecer que sin el poder para organizarse, deliberar, elegir y actuar en el espacio público, los individuos no son verdaderamente ciudadanos de su república.
Sin embargo, sería conveniente que el presidente electo y su equipo hicieran un alto en el camino, para analizar y aprender de lo que vienen haciendo en materia de participación ciudadana, pues además de actuar de manera prematura y apresurada; están reproduciendo los defectos de las experiencias de participación que se han implementado en México, sin reparar en la pérdida de credibilidad, es decir, de legitimidad que le están acarreando, cuando ni siquiera ha comenzado su mandato.
Esos errores se pueden sintetizar en que se habilitan instancias bajo un carácter absolutamente consultivo, es decir, sin que implique compromiso vinculante para la autoridad; además, en esas instancias sólo algunos ciudadanos exponen sus quejas y demandas, en muchos casos sin ser los directamente afectados, sobre temáticas y reglas previamente definidas y, sin poder verificar las consecuencias de su participación; de modo que con esos ejercicios, en el mejor de los casos, se está haciendo posible una catarsis colectiva y, en alguna medida, se están haciendo efectivos los derechos de audiencia y de petición, pero ante personas que no son aún autoridad.
Han sido de tal magnitud los errores en estos primeros ensayos de participación ciudadana, que han provocado que algunos ejercicios hayan abortado, mientras otros han tenido que ser pospuestos, como el caso del foro de pacificación que se había anunciado para Tamaulipas, donde estamos urgidos de que el tema sea abordado y resuelto.
Si bien ya Maquiavelo había sentenciado que el origen de la corrupción está en la exclusión de la participación del pueblo en los asuntos de gobierno; habría que subrayar ahora que esos ejercicios no deben ser simulaciones, engaños; pues de otra manera habrán de ser contraproducentes, al generar en el pueblo y especialmente en los directamente afectados, desconfianza, frustración y resentimiento, en la medida en que vayan tomando conciencia de que se les ha engañado, pues su participación no tendrá impacto alguno en la vida de sus comunidades, ni en la solución de sus problemas.