Es previsible que el gigante de la comunicación virtual Facebook, se irá enfrentando a problemas de viabilidad, pues como lo han venido advirtiendo analistas políticos, académicos y autoridades, la empresa representa un peligro cada vez mayor para la convivencia civilizada y, por ende, para la democracia liberal, al permitir e incluso promover de manera sistemática, la polarización ideológica entre los usuarios, a fin de atraer a más clientes que le implican mayores ganancias económicas.
En ese sentido habría que recordar que el gigante de la comunicación virtual, había enfrentado un mayúsculo escándalo en 2018, en el contexto de la elección presidencial norteamericana del 2016, cuando fue acusada de vender amplísimas bases de datos a la firma Cambridge Analytica, la que a su vez trabajó con los perfiles de millones de potenciales votantes, a fin de que el Partido Republicano dirigiera mensajes propagandísticos altamente personalizados, cuyo candidato, el empresario Donald Trump, finalmente resultó ganador de la contienda.
De modo que los complejos algoritmos que Facebook utiliza en la actualidad, para hacer realidad su misión de construir comunidad, mediante los denominados grupos significativos, es decir, aquellos que comparten gustos e ideas y que contactan con otros sujetos con similares afinidades, si bien han hecho crecer exponencialmente el número de usuarios, simultáneamente han hecho posible la proliferación de noticias falsas y de narrativas basadas en el odio y la intolerancia.
Las redes sociodigitales tienen como objetivo primordial, que los usuarios permanezcan conectados el mayor tiempo posible, a fin de poder recolectar la mayor cantidad de información personal de cada internauta; con base en esa información, Facebook diseña nuevos algoritmos para generar nuevos ambientes más atractivos, lo que permite captar a nuevos usurarios, de los cuales se obtienen más datos, y así sucesivamente.
Esas bases de datos digitales son comercializadas con una multiplicidad de empresas, en un interminable ciclo bajo una lógica consumista, que impone y reproduce estilos de vida.
Esta historia contemporánea, obliga a referir el famoso panóptico que Bentham utilizó a finales del siglo XVIII, para analizar la vigilancia y el control en las prisiones; que en forma metafórica dos siglos después retomaría Foucault, para analizar la supervisión y el control que ejerce el poder sobre la sociedad civil; y que autores como Chul Han, en el siglo XXI han retomado para analizar lo que se ha denominado como la psicopolítica, a fin de evidenciar la vigilancia y el control que se ejerce mediante las redes sociodigitales, al estar los internatutas aportando de manera voluntaria una extraordinaria cantidad de datos personales, que luego son utilizados para analizar perfiles y construir algoritmos, con fines de comercialización que generan ganancias multimillonarias.
Así, Zuckerberg sigue siendo, una de las personas más ricas del planeta.
El asalto al Capitolio en enero del 2021, por conservadores extremistas y supremacistas, constituye una evidencia de lo que se puede generar con los denominados grupos significativos; asimismo, la gran cantidad de noticias falsas que fluyen por las redes sociodigitales, son muestras de los peligros para la paz y la gobernabilidad democrática, en los que está inmerso Facebook.
Frente a esta realidad, no existe un Estado que ponga límites contundentes, tanto al ejercicio de la vigilancia y el control que alcanza hasta la vida privada, como a la mercantilización que subyace a la acumulación de datos personales, por parte de los gigantes de la comunicación virtual.
No se está pidiendo ni censurar ni coartar la libertad de expresión, sino poner límites contundentes a los poderes de facto que hoy detentan el auténtico dominio sobre las soberanías populares y, sobre los propios Estados democráticamente constituidos.
Este es el debate que habría que sostener con los gigantes de la comunicación virtual.