Como lo señala la Organización Mundial de la Salud, la salud es un estado de bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de enfermedad. La salud mental es un componente esencial de la calidad de vida de las personas e incluye un doble componente: el de nuestro bienestar como individuos, que se centra en el componente psíquico, y el de nuestro bienestar en las relaciones con los demás, que se centra en el componente social.
La salud mental individual está determinada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos. Por ejemplo, las presiones socioeconómicas persistentes constituyen un riesgo bien conocido para la salud de las personas y las comunidades. Las pruebas más evidentes están relacionadas con los indicadores de la pobreza, y en particular con el bajo nivel educativo.
Las personas que tienen buena salud emocional aún pueden tener problemas emocionales o enfermedades mentales. Las enfermedades mentales a menudo tienen una causa física. Podría ser un desequilibrio químico en el cerebro; el estrés y los problemas con la familia, o el trabajo y la escuela que pueden desencadenar enfermedades de este tipo o empeorarlas, según explica la psicóloga Luz Adriana Orozco de la unidad académica de Trabajo Social y Ciencias para el Desarrollo Humano.
La mala salud mental se asocia a los cambios sociales rápidos, a las condiciones de trabajo estresantes, a la discriminación de género, a la exclusión social, a los modos de vida poco saludables, así como a los riesgos de violencia y mala salud física y a las violaciones de los derechos humanos.
Por ello Luz Adriana Orozco comentó que las políticas nacionales de salud mental no deben ocuparse únicamente de los trastornos mentales, sino reconocer y abordar cuestiones más amplias que fomentan la salud mental como la incorporación de la promoción de la salud, además de las políticas y programas de los sectores gubernamental y no gubernamental.