Por Guadalupe Escobedo Conde
Al calificar como “comprensible” el aumento de la violencia domestica tras la pandemia por Covid 19, el Estado trata de normalizar un hecho que fue previsible y que debió evitarse.
Frente al presidente y sin la menor sensibilidad para tratar este tema, el Secretario de Marina, José Rafael Ojeda, presentó un balance de la inseguridad que priva en el país, en gira de trabajo por Baja California, se enfocaron los datos a esa entidad que reporta, como toda la nación, un alza en llamadas de auxilio por violencia familiar, flagelo que se incrementó ciertamente por el confinamiento hogareño. Las mujeres están viviendo, o mejor dicho, sobreviviendo con su agresor en casa, literalmente durmiendo con el enemigo.
“No es que queramos justificarlo” adelanta el funcionario como para curar en salud a una administración que no ha planteado estrategia alguna para reducir este tipo de agresiones, y prosigue “pero a nivel nacional la pandemia, de una u otra manera, ha ayudado a que este delito tiende al alta. Es comprensible”.
Y de ninguna manera, ninguna de las violencias es comprensible, como tampoco lo son las expresiones de la autoridad que buscan minimizar el problema, ni siquiera son capaces de reconocer a las víctimas.
Mientras los hombres en poder analizan estos datos, las funcionarias del que consideran el primer gabinete paritario, también reconocen las elevadas cifras de violencia contra la mujer, pero, presumen que “ahora hay transparencia en cuanto a las cifras”. Nadine Gasman del Inmujeres, señala que trabaja con 70 dependencias del gobierno federal para coordinar la Política Nacional de Igualdad con 267 acciones “para mejorar la vida de las mujeres en todos los ámbitos” enfocándose a las que están en mayor condición de vulnerabilidad.
Este 4 de agosto el Inmujeres celebró 20 años de su creación, y nunca como ahora había recibido tantas críticas de las colectivas feministas que no logran un acercamiento con el presidente, aunque si con las funcionarias que como emisarias repiten el discurso de la 4T a favor de las mujeres, pero en la práctica los otros datos desmienten las buenas intenciones.
Este organismo dedicado a la política pública con visión de género, presume que integra sus estrategias con las voces de todas las participantes de 32 foros que a lo largo y ancho del país se realizaron a principios de este sexenio, todo un año de dispendio de recursos en conferencias y talleres que no han logrado la sensibilización del presidente y sus más cercanos, frente a los problemas de las mujeres.
En prevención de la violencia, Gasman apuesta por llegar a la raíz de la violencia para prevenirla y por instrucciones presidenciales crea más de 200 redes de colectivas denominadas “Mujeres Constructoras de Paz” para buscar atención municipal, porque según sus datos, la mayoría de los delitos contra las mujeres son del fuero común. 200 agrupaciones locales, para un país con 2 mil 446 municipios. Y de nuevo, a largo plazo, planean en un Modelo Integral de Prevención Primaria de Violencias contra las Mujeres, es como un decálogo o guía nacional para atender el flagelo, que al paso que van, podría estar listo al final de este sexenio.
Y así, sin rumbo, sin estrategias, sin compromisos, sin políticas públicas específicas, las mexicanas deben aguantar además el gaslight presidencial, desde “las lavadoras de dos patas”, “yo no soy la señora de la casa” hasta “la familia fraterna” de hoy donde se violenta a las mujeres, con la comprensión del sistema patriarcal.