Por Guadalupe Escobedo Conde
En estas páginas del Expreso, leo sobre el estudio de la Asociación Mexicana de Internet y la plataforma de empleo OCCMundial, donde revelan que el estrés laboral afecta a 63 por ciento de los internautas encuestados, y que son el dolor de cabeza, ansiedad, insomnio, malestares estomacales y musculares los principales síntomas de la enfermedad que la Organización Mundial de la Salud clasifica como “Burnout” o “agotamiento” síndrome del estrés crónico en el trabajo.
Dos décadas antes de la pandemia, comenzaron los estudios más incisivos sobre este tipo de males físicos y emocionales, que se han acentuado a raíz del Covid 19, con el incremento del teletrabajo, el estudio a distancia y hasta las compras y socialización que ahora efectuamos en línea. Aunque en registros históricos de la década de los 60 ya se reportaban enfermos por tensión laboral.
La OMS registra este mal como desgaste emocional, síndrome del quemado o fatigado por el trabajo y lo declara factor de riesgo laboral en el año 2000, por las afectaciones a la calidad de vida del individuo que lo padece, que pueden ser físicas, mentales y emocionales.
Y sí, aunque parezca disco rayado, quienes más lo sufren son las mujeres. Un año antes de la pandemia, reportajes de género ya sustentaban que para ellas las dificultades para balancear el trabajo de oficina y la casa las exponen a más presión, además de los retos mayúsculos por aspirar a puestos elevados, en un ambiente de competencia desigualdad entre hombres y mujeres y la inequidad que prevalece en salarios.
Los cambios de hábitos laborales seguramente están dejando afectaciones en muchos trabajadores, pero son las empleadas las que están resistiendo más, si antes ya tenían doble jornada, ahora se les ha triplicada, porque además del “home office” deben estar atentas a la educación en línea de los hijos, la atención a los enfermos en la familia y seguir con la limpieza excesiva que demanda la crisis sanitaria.
Las encuestas registran que el 42 por ciento de las mujeres se sienten muy cansadas, mientras que el 35 por ciento de ellos, también dicen tener algún síntoma de cansancio.
A diferencia de otros países, en nuestra nación aún no se ha reconocido esta enfermedad en el listado de los riesgos laborales, a pesar de que es México el país con 8 de cada 10 trabajadores estresados y que encabeza la lista de las horas laborales en países de la OCDE.
Los estudios actuales dan la pauta para que la OMS adelante que la pandemia que viene será consecuencia del estrés e insta a los Estados para regulen la carga laboral y establezcan nuevos acuerdos que den más protección al trabajador, no sólo por los riesgos físicos, sino los emocionales.
Las referencias actuales que colocan a las mujeres con mayor vulnerabilidad ante el agotamiento crónico, deben ser tomadas en cuenta a fin de que se atienda este mal con enfoque de género.
Del mismo modo deben intensificarse las incipientes campañas de concientización para aligerar las cargas a ellas, con una formación social más colaborativa entre los individuos, donde ellos no sean solo “ayudadores” en casa, sino corresponsables de todas las tareas domésticas y en cuanto a las nuevas formas del trabajo profesional, lo primero es recuperar las plazas laborales de ellas, reestructurar horarios, nivelar salarios e igualar las condiciones de competitividad, con esto se podría bajar el nivel del “Burnout” que afecta más a las mujeres. Y como toda enfermedad, sale más barata la prevención que la cura.