Por Guadalupe Escobedo Conde
Como si apenas fuera ayer, pero fue hace 25 años, justo en los primeros quince días de septiembre, el mundo registro la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, donde más de 30 mil activistas y representantes de 189 países, incluido México, se reunieron a debatir para proponer un conjunto de estrategias que nos llevarían a un mundo con plena igualdad entre hombres y mujeres. Ocurrió en Beijing y ahí se estableció la Declaratoria y Plataforma de Acción como el programa más ambicioso para lograr el empoderamiento de la mujer.
Han pasado ya justo un cuarto de siglo y poco se avanzado. Hoy se reconoce la fuerte participación de la mujer, agrupada en colectivas ciudadanas, en redes internacionales que tejen vínculos para fortalecer la idea que las naciones participantes también aprobaron entonces, sin embargo, desde el trabajo oficial, la acción se detuvo. Suspendida en el tiempo quedan las buenas intenciones de los gobiernos por la igualdad sustantiva de los seres humanos.
El programa en cuestión delineó la pauta para atender con emergencia las situaciones de: pobreza, medio ambiente, educación de la infancia, igualdad laboral para las mujeres y el fomento del trabajo remunerado, así como las acciones para detener la violencia contra las mujeres, entre otros de los doce temas urgentes de la agenda global firmada por los participantes.
En septiembre de 1995, el poder feminista sorprendió al mundo, se exigieron medidas definitorias para reconocer los derechos de las mujeres como derechos humanos, una agenda que se trabajó desde 20 años atrás, con propuestas internacionales para forjar la declaratoria que cambiaría el mundo, nuestro mundo, el de las mujeres.
Hoy el planeta lucha contra el virus pandémico del Covid 19 y a la distancia, la igualdad de género pareciera inalcanzable.
Ante el desesperanzador panorama, que muestra signos de retroceso en algunos países como México, la Directora de la ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka recuerda que la perene vigencia del acuerdo de Beijing no puede sobreestimarse, menos ahora con las afectaciones sociales y económicas de la crisis sanitaria y los aumentos en los índices de violencia contra las mujeres, que amenazan con revertir cualquier avance del empoderamiento de mujeres y niñas.
Además, es sobresaliente el valor del liderazgo de las mujeres en la pandemia y debe reconocerse en qué medida el trabajo de las féminas y sus movimientos colectivos brindan “sostén al mundo y a las economías nacionales, desde el trabajo doméstico hasta la lucha por los derechos humanos”.
De nuevo, el primero de octubre de 2020, activistas feministas y representantes de Estados Miembros de las Naciones Unidas habrán de celebrar una nueva asamblea general, será virtual y se proponen evaluar los compromisos que se fijaron hacia un mundo con igualdad de género. Sin duda que el espíritu activista de las mujeres llegará fortalecido, no así las naciones que han fallado de frente a las mujeres y al mundo.
Nuestro país, evidentemente no cumple los compromisos pactados en la Conferencia Mundial de la Mujer, los datos sobre feminicidios, violencia hacia la mujer, y desigualdad social por género están a la vista de todos, sólo es cuestión de checar la nota roja de los periódicos, donde la plana entera se la llevan las mujeres víctimas de violencia, en cualquiera de sus expresiones.
Y antes de la pandemia, la actual administración federal llegó marcando su raya respecto a los temas femeninos, entonces surgió el movimiento de la diamantina morada, luego la marcha feminista, seguido del día nacional sin mujeres, ahora mismo las mujeres están de vuelta en las calles, con más actos revolucionarios luchan por los derechos que les han negado, el activismo no detiene su marcha y aumenta su participación visible a nivel internacional.
¿Con que cara llegarán los o las funcionarias mexicanas a la próxima reunión mundial? No sólo no llevan avances, hay marcados retrocesos en la política pública con visión de género.