Soy mujer y estoy enojada

Por Guadalupe Escobedo Conde 

 

Basta. Ni un paso atrás. Tolerancia cero ante cualquier acto de intimidación contra la mujer. Estamos hartas.

 

Mi enojo acumulado data desde que tengo memoria, en mi infancia me enseñaron a no salir a jugar a la calle, porque era terreno de niños, a ponerme short abajo del uniforme para no enseñar calzones, a bajar la voz para no provocar la ira de ninguno, a mantenerme calladita “por educación” y ante cualquier mirada lasciva de hombres mayores o pares, debí esconder mis pechos con corpiños apretados para no invitar a mirármelos. Tuve que aguantar manoseos y piropos callejeros y dentro de mi entorno primario. Y aun así, fui violentada, luego acusada de serlo por mi forma de ser.

 

A quienes dicen que las mujeres vivimos siempre enojadas, hoy quiero darles la razón, estamos encabronadas todo el tiempo, y no nos hace falta un vato, ni un “ya cásese”, tampoco somos histéricas sin razón, es nuestra respuesta al cotidiano vivir, porque somos agredidas desde niñas y en todos lados. Todos lo sabemos y nadie hace nada.

 

En casa me empezaron a meter miedo respecto a mi relación con los varones, si un familiar o vecino me acosaba la culpa es mía, “algo hice”, entonces mejor no acuso, porque es su palabra contra la mía. En el entorno escolar, va igual, los niños varones se ganan el respeto de los maestros, son considerados más aptos e inteligentes y a nosotras nos van relegando a actividades sociales, incluso a cuestiones domésticas, para eso estaban los talleres de cocina o corte y confección, me incline por la mecanografía, también con un salón lleno de puras niñas.

 

A partir de la primera menstruación la cosa se pone peor, como que te huelen a más mujer y el acoso se vuelve inclemente, incesante, donde sea que te pares o donde sea que te muevas y como te muevas. No hay para donde hacerse, entonces viene la contra ofensiva, primero hacer como que no entendemos las bromas sexuales para poder andar en la misma cancha, luego hacer como que no nos importan sus comentarios, hasta tolerar el rose, la mirada libidinosa y el tono meloso, es el precio de andar donde ellos andan.

 

Pero atención varones, no nos complace en nada la forma en cómo se relacionan con nosotras. Por favor paren ya. No más acoso, ni en sus mínimas expresiones, no más agresiones verbales, visuales, físicas o emocionales. Gobiérnese.

 

Basta. Se acabó la camaradería, no somos iguales y deben aprender a respetarnos. Y no, no somos culpables de sus pensamientos y conductas,

reedúquense para una mejor convivencia.

Encabronadas derribaremos todo, porque ya no nos vamos a dejar. Tumbaremos las viejas prácticas, tiraremos el sistema patriarcal, demoleremos el machismo y tengan por seguro que la lucha no cesará, es por nuestros derechos como humanas.

 

 

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