Nunca más la comodidad del silencio

Por Guadalupe Escobedo Conde

   

Cerrada la mente y la puerta en Palacio Nacional al feminismo.

Como una probadita de lo que serán las movilizaciones civiles de las mujeres, una veintena de activistas, sí, no más de 20, se presentaron ante la casa presidencial, y desquiciaron el zócalo capitalino, donde un centenar de policías las encapsuló, para que no lograran penetrar el inmueble y dialogar con el anfitrión de las mañaneras. De igual forma, ante el pórtico principal le gritaron algunas consignas como: “ningún agresor al poder” “un violador no será gobernador” y “ni una menos”.

 

Al mismo tiempo, en Quintana Roo, otro grupo feminista irrumpía en el palacio legislativo donde no paso la ley por una maternidad libre y elegida, en tanto que en Guerrero la resistencia sigue para hacer respetar la 3 de 3 y en Veracruz, Puebla, Oaxaca y Tamaulipas aparecen más llamados a la justicia; en la CDMX se incrementan las denuncias del #MeToo contra Andrés Roemer y en Latinoamérica surge el movimiento “Respeto en Escena” contra la violencia psicológica que afecta a actrices de teatro y televisión desde Argentina hasta México.

 

En las universidades mexicanas se plantean de nuevo los tendederos virtuales, para hacer público el acoso de académicos contra estudiantes y en la capital de país, en la plancha del zócalo, se colocará un gigantesco tendedero de denuncias por acoso de hombres públicos, que serán exhibidos la próxima semana.

 

De norte a sur, de costa a costa, en forma física o digital, las feministas se harán visibles y se harán escuchar.

 

Y para todo esto, nadie le está pidiendo permiso a nadie. Así que resulta contradictorio que el presidente les diga “prohibido, prohibir”.

 

Para López Obrador las exigencias feministas son contradictorias y por eso les pide a las activistas que no pinten monumentos, ni levanten la voz, que no se confronten con la policía que las encapsula, que no rompan nada y que “no hay prohibición” para que salgan, más de 500, si quieren, pero que vayan en paz. Como si no estuvieran enojadas, como si estuvieran en paz con el entorno violento que nos rodea.

 

Lo que el mandatario quiere es casi una procesión del silencio, una marcha “calladita” para que se ven más bonitas y que su gobierno no mande al extranjero las señales de un sistema opresor, casi, casi pide que las activistas cambien su vestimenta negra encapuchada por un atuendo blanco y que, en vez de pañuelos morados o verdes, agiten banderitas blancas. Si no es un mitin político, es una movilización en resistencia, que quizás no debería suceder si en este país se respetaran los derechos de las humanas, si no se contarán más de once feminicidios al día, si en realidad ya se hubiera terminado con la impunidad y la corrupción, si las políticas públicas se aplicaran con equidad de género y si desde el poder no se fomentará más el machismo y la misoginia.

 

Estoy convencida que ninguna mujer sale a las calles a protestar porque no tenga nada que hacer, porque este aburrida o porque es una ocurrencia o moda, lo hacen por necesidad, porque si no luchan ellas por todas, nadie lo hará. Tampoco los movimientos virtuales se gestan desde la comodidad y el entretenimiento en la red, son el reflejo de lo que sucede en todos los espacios físicos y también digitales, es apropiarse de las plataformas y redes sociales para visibilizar el activismo feminista, con el mismo ímpetu de lucha contra todas las violencias.

 

México, es todo el territorio machista, desde lo público y lo privado, así que no deberían pedir bajar la voz, si cuando se está gritando, no escuchan el llamado de auxilio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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