Por Guadalupe Escobedo Conde
Con el lema “Hechos no palabras”, se promocionó el tercer informe presidencial que transcurrió este 1 de septiembre como una mañanera más, eso sí más corta, sobria, con menos gente que la acostumbrada y con más reflectores en una sola dirección, el Presidente Andrés Manuel López Obrador ilusionó a sus detractores al mencionar que podría “hoy mismo” dejar la presidencia, pero remató con “Falta lo que diga la naturaleza, la ciencia y el Creador, no podemos ser soberbios, pero si tengo suerte y termino, creo que vamos a consumar la obra de transformación y no dejaremos ningún pendiente y cuando este entregando la banda presidencial, solo diré a los 4 vientos, misión cumplida me voy a Palenque les dejo mi corazón”.
El discurso de tan solo 55 minutos, para describir lo que se ha hecho desde la administración pública federal de 2020 a 2021, fue lacónico, al mismo tiempo que imaginativo, de nuevo las palabras más rimbombantes de este sexenio, “no permitir la impunidad”, “moralizar la vida pública”, “combatir la corrupción” “una política de austeridad republicana” “gobernar sin lujo ni frivolidad” “primero los pobres”.
¿Y las pobres? ¿Las mujeres que están en desempleo, las que siguen confinadas en casa con su victimario, las que cumplen dos o tres jornadas laborales, la que siguen sin paga, las que son víctimas de las desigualdades sociales, las que también votan, las que se quedan a cargo de hijos y familia entera, mientras el hombre debe emigrar?
Más palabras que cifras para delinear nada, quizás eso se analice en documentos posteriores o en la misma glosa, mientras lo más llamativo del mensaje a la nación fueron “las remesas”, el dinero de los que se van en busca de una oportunidad de vida que se les ha negado su patria, el “Money orden” de las muchas personas que emigran dejando rotas a sus familias, la mayoría hombres, que se van al otro lado, a ofertar su mano de obra barata dejando aquí a sus compañeras de vida, esposas, mujeres que se convierten en madres solas.
De esa “familia fraterna” partida en dos, el presidente se enorgullece y agradece que envíen el dinero para acá porque es básicamente lo que sigue moviendo nuestra economía, a pesar de la pandemia. Ya vendrán los análisis económicos certeros sobre lo expuesto por el presidente al referirse “al record histórico” de las remesas.
El Presidente reconoció el incremento de feminicidios, pero no se entretuvo para ofrecer sus datos, menos para delinear estrategias que frenen este flagelo, aceptó también que la extorsión y el robo al transporte público sigue al alza, pero no hizo referencia al aumento de todas las violencias contra la mujer, entre estas la intrafamiliar, la institucional y la revictimización de las víctimas.
Ni en los hechos, ni en las palabras, el 51 por ciento de la población mexicana, que la constituyen las mujeres, están presentes para este gobierno. No dijo nada de ellas, y es que nada tiene que informar, si no se ha hecho nada por ellas.
El fondo importa y las formas también, lo saben ya los políticos, pero López Obrador no desea un debate con las feministas, no quiere una gobernanza con visión de género, no hace caso de las demandas colectivas y opta por invisibilizar, lo que a todas luces es imposible tapar, la lucha por los derechos humanos de las mexicanas.
Más que normalizada, esta institucionalizada desde el poder, el desprecio hacia la mujer en México.
Excluidas de la retórica presidencial, sin acciones que aminoren las problemáticas que más duelen, resta seguir en resistencia y ver pasar el tiempo, y que tres años más, sean nada, para gritar a los 4 vientos, ya se fue a la Chi…apas.