Por Guadalupe Escobedo Conde
El activismo feminista incómoda al sistema y a la sociedad, esa es precisamente una de sus principales funciones, hacerles ver sus verdades y poner el dedo en la llaga cada vez que se pueda, para enunciar las terribles desigualdades sociales y de derechos humanos que en razón de género, se perpetúan desde el poder político y social.
La verdad no peca, pero incómoda. Patricia Olamendi, feminista, doctora en Derecho, impulsora de la participación civil y activista desde la asociación Nosotras Tenemos Otros Datos, visibilizó un tema que caló a muchos “Los machos mexicanos peor que los talibanes!!!” Los datos lo demuestran: según ONU en Afganistán el último año fueron asesinadas 219 mujeres. En México el primer semestre 2021, fueron asesinadas 3 mil 496 mujeres clasificadas como feminicidios y homicidios dolosos y culposos”.
De ese tuit, se armaron hilos e hilos de conversación álgida y disímbola, la mayoría de las mujeres recibiendo el mensaje como una invitación a la reflexión, la mayoría de los hombres renegando de la comparación, de un país en guerra y el nuestro, aunque cabe decir que también se registraron las intenciones de muchos hombres que lamentan y se avergüenzan de este México real, misógino, machista y sin rumbo para cambiar la historia de las víctimas.
A raíz de la toma del poder político en Afganistán, por los talibanes, las colectivas feministas mundiales comenzaron a narrar y visibilizar la vulnerabilidad de las mujeres en esa región, a través de las redes sociales ahora es más fácil conocer en tiempo real, lo que sucede a distancia, el maltrato que en nombre de la religión reciben las mujeres, las denigrantes desigualdades en derechos humanos y las prohibiciones que el sistema opresor les impone a ellas, ya se conoce en todo el mundo.
De nuevo toma notoriedad la siempre actual acotación de Simone de Beauvoir “No olvides jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debemos permanecer alerta toda nuestra vida”.
Y quizás, si hay niveles y diferencias en las violencias que se ejercen aquí y allá, pero en nuestro país desde antes de la pandemia ya se encendían las alertas por el incremento de las agresiones hacia mujeres y niñas en su casa, allá se golpea en público, aquí dentro del hogar. Allá se le obliga a casar a temprana edad, aquí también y el creciente número de niñas embarazadas tiene que ver con un familiar cercano, con violaciones que quedan impunes.
Pero como siempre, se ve la paja solo en el ojo ajeno, aunque aquí la violencia sea más que grave, con casi 12 feminicidios diarios, con más de 4 mil 400 homicidios de niñas, niños y adolescentes, de 2018 a 2021, y con 4 mil 325 infantes desaparecidos, casi el 70 por ciento niñas, solo por citar algunas cifras reconocidos por la Segob.
El problema es mayúsculo, pero la respuesta del gobierno en México es minúscula, la Segob, que comparte estos datos, señala que una buena estrategia para combatir este flagelo es “abrir los espacios de convivencia y educativos, lo permitirá que las y los niños comiencen a resarcir las afectaciones por el confinamiento”.
Finalmente, conviene saber, que lo que ocurre a las mujeres de aquí, como lo que sucede hoy a las afganas, debe conmover a todo el mundo, para proteger sus derechos como humanas. Quizás los políticos, administradores del recurso y la política pública deberían andar en las instancias internacionales, sí, como en la OEA, la ONU o la CIDH pero pidiendo intervención por más de la mitad de la población mexicana, las mujeres, no sólo por intereses propios.