Por Guadalupe Escobedo Conde
Las imágenes terribles de personas tratando de alcanzar un avión para salir de Afganistán, son la muestra gráfica de otra guerra que como siempre pasa, afecta más a las mujeres sin estar en el frente. Circula en la red el video del aeropuerto de Kabul colmado de hombres y casi ninguna mujer o niña alcanzan la libertad, las que lo logran es con el acompañamiento de su marido, padre, hermano, dueño o tutor.
Y el mundo se pregunta ¿Dónde están las feministas que no van por esas mujeres? Y la respuesta se envía rápido a la misma velocidad de las redes, todas las activistas están tratando de hacer vida, sin guerra.
“Estamos con el corazón roto, informándonos, difundiendo y acuerpando una lucha a la distancia” postea la Colectiva Artemisas Veterinarias”. “Lo de Afganistán no creemos sea una intervención pacífica, más bien fue un pacto y el precio como siempre será pagado por mujeres y niñas” escriben su perfil Las Brujas del Mar. “Esta es en realidad una crisis humanitaria urgente, no podemos simplemente mirar las pantallas y no hacer nada” apunta Malala y así, sororas, todas comienzan a informar, otras a enterarse de la mala situación histórica de esa región.
Elsa Alcalá es investigadora jurista de España y ha compartido una serie de 29 puntos, enumerando las prohibiciones que los talibanes imponen a las mujeres, entre muchas otras, destaca la prohibición a las mujeres de viajar en el mismo autobús que los hombres, el acceso a baños públicos, a usar pantalones acampanados, a asomarse por las ventanas, a reunirse con propósitos recreativos, a llevar colores vistosos, a montar bicicleta o motocicleta, a practicar deportes en un club y a tener presencia en la radio o televisión.
Tampoco pueden andar en taxi sin su “mahram” (marido o guardián), no deben reír en voz alta, ni usar tacones, no pueden escuchar música, ni ver películas, el velo o burka que las cubre de la cabeza a los pies es obligatorio y son azotadas o abusadas verbalmente si no visten bajo estas reglas o salen sin el acompañamiento masculino.
Malala, fue víctima de un intento de asesinato por un grupo terrorista vinculado a los talibanes en 2012, por su activismo en favor de la educación, vivió para contarlo y es ahora referente mundial en defensa de los derechos de niñas y mujeres, Premio Nobel de la Paz 2014, ella rememora lo que sucedió en el periodo 1996-2001 y está profundamente preocupada por la seguridad y los derechos de las mujeres de las tierras dominadas por el grupo extremista, habla de la barbarie y urge a “los poderes globales, regionales y locales pedir un alto el fuego inmediato, proporcionar ayuda humanitaria urgente y proteger a los refugiados y civiles”, “los países deben abrir sus fronteras a los refugiados afganos, a las personas desplazadas”.
Y en este contexto del conflicto internacional que crece, suman ya más de
50 mil periodistas, escritoras, científicas, políticas, intelectuales, artistas y colectivas feministas de todo el mundo, que impulsan un Manifiesto de Apoyo a las afganas, una iniciativa que se publica previo a la reunión de ministros de la Unión Europea y lo harán llegar al Parlamento Europeo y a ONU Mujeres.
Es un llamado urgente al mundo para que se exija al poder talibán mantener abiertas las fronteras para quienes deseen abandonar Afganistan, que se respete la solidaridad y compasión humana y en especial “a las mujeres en situación de riesgo, sea por haber desempeñado tareas profesionales prohibidas por los talibanes, asistido a escuelas y universidades, conducido su vida al margen de una moral fanática o cualquier otro motivo”.
La prensa feminista internacional destaca que el conflicto se remonta a más de dos décadas, piden al mundo no olvidar la opresión que viven las mujeres sometidas a la religión y normas talibanes, y recordar que las personas que más sufren las guerras son civiles inocentes.