Las caravanas de migrantes centroamericanos

Fueron alrededor de 300 hondureños, quienes convocados a través de Facebook aquel 12 de octubre decidieron emprender la huida de su país, en busca de una vida digna para ellos y sus familias. A la fecha suman alrededor de 7,000 y en breve serán 10,000, entre hondureños, salvadoreños, y guatemaltecos, los que hayan ingresado a nuestro territorio en su marcha hacia la Ciudad de México, con destino a los Estados Unidos de Norteamérica.

Han decidido emprender la huida en grupo y no de manera solitaria, pues las historias de quienes les antecedieron les han enseñado que en su trayecto al sueño americano, particularmente en México, les ha ido muy mal, pues han padecido violaciones físicas, secuestros, extorsiones, asesinatos, decapitaciones, por parte de bandas criminales coludidas o al menos solapadas, por autoridades de los tres órdenes de gobierno.

Los motivos que los han orillado a abandonar sus lugares de origen son varios y complejos, entre ellos destacan: la exacerbada violencia que incluye crímenes por homofobia, la enorme desigualdad social causada por la falta de empleo y de salarios suficientes para tener una vida digna, la corrupción en los ámbitos gubernamental y empresarial que anula el derecho elemental a una vida segura, la fragmentación de sus familias, los daños materiales a su precario entorno que les han provocado fenómenos naturales como sequías y huracanes, y de manera superlativa, la prevalencia de una clase política parasitaria, voraz, depredadora, impune, e insensible a los problemas de los sectores pobres.

Este fenómeno de desplazamiento forzado de centroamericanos constituye una expresión diáfana de desesperación, de hartazgo, pero también de enorme valentía; representa un mensaje político categórico de rechazo a sus gobiernos, y por esa vía, de repudio a las políticas neoliberales impuestas por los capitalistas trasnacionales, que los han condenado a sobrevivir en condiciones infrahumanas.

Frente a este hecho de magnitud internacional, la posición del gobierno norteamericano ha sido utilizar el éxodo forzado como tema de campaña electoral, criminalizando, despreciando, humillando y amenazando a los migrantes; paralelamente ha desplazado tropas militares a la frontera con México, lo cual para una potencia bélica resulta muy beneficioso.

Por su parte, el gobierno mexicano lejos de emprender un análisis estructural sobre las causas del fenómeno, en el cual vienen participando de manera ininterrumpida, millones de mexicanos pobres, ha intentado paliar la situación tomando medidas de carácter humanitario y con programas asistenciales, que lejos de abonar a una solución de largo plazo, ubica a los desplazados en una posición humillante, además de complicarles aún más su situación al colocarlos en un estatus jurídico indefinido.

Ante el mensaje político contundente que representan los desplazados, es urgente una intervención diplomática de la ONU, a fin de propiciar y condicionar la toma de acciones de fondo, que permitan vigilar y depurar a esas clases políticas corruptas, así como emprender un ambicioso programa de desarrollo económico y social, que genere riqueza suficiente y que garantice su distribución equitativa.

Hay que tener presente que el problema del endeudamiento de los países latinoamericanos, ha sido la palanca para el sometimiento de la región a los designios de los organismos y gobiernos acreedores; por ende, cabría recuperar la estrategia emprendida por el gobierno norteamericano en la segunda posguerra, para reconstruir a los países perdedores de Europa occidental, que en esencia consistió en anulación de deudas, moratorias de largo plazo, los créditos del Plan Marshall sin intereses, aumento regular de los ingresos de los trabajadores, altos impuestos sobre altos ingresos para evitar la concentración de capital, límite de pago de deuda sujeto a un porcentaje de las exportaciones locales, entre otras medidas.

Se dirá que ahora el imperio norteamericano no enfrenta el desafío del comunismo, para adoptar medidas de este tipo, no obstante, enfrenta amenazas a su seguridad y, sobre todo, deudas históricas con los pueblos latinoamericanos, explotados por oligarquías y milicias auspiciadas por él; de no actuar en consecuencia el gobierno norteamericano, condicionado por los países asociados en la ONU, los éxodos masivos hacía su territorio habrán de continuar.

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