La violencia en las escuelas

La mañana del pasado viernes 10 de enero, un estudiante de primaria del Colegio Cervantes en Torreón, Coahuila, disparó en el interior del instituto educativo con dos armas hiriendo a compañeros y profesores, una de las cuales murió, para luego suicidarse el agresor; hecho que una vez más ha provocado un debate público sobre las causas y formas de enfrentar el asunto.

Se tenía el antecedente de la balacera ocurrida el 18 de enero del 2017, en el Colegio Americano de Monterrey, que igualmente provocó el asesinato de una profesora y el suicidio del menor agresor; como consecuencia de este hecho, la Comisión Nacional de Derechos Humanos había propuesto el establecimiento de un protocolo para la revisión de las mochilas de los estudiantes, eventual solución que ha quedado en el limbo y que ahora vuelve a formar parte de la discusión al respecto.

El tema de la violencia en las escuelas en México en los diferentes niveles educativos, es por demás vigente y su abordaje extraordinariamente complejo, de modo que exige un análisis que abarque los diferentes factores que le dan origen, por lo cual no basta con que las diferentes autoridades se focalicen en las manifestaciones de la enfermedad, una de las cuales por demás terrible, ha sido realizar una balacera en una institución educativa.

Entre los factores que habría que identificar y atender se encuentra la forma como actualmente se entiende y se asume el espacio público y, por ende, las formas de socialización que hoy predominan; pues en ambas cuestiones, prevalece un exacerbado individualismo y una apelación a la violencia para imponerse.

De acuerdo con esta lógica, en el espacio público es dable hacer lo que mejor le conviene al individuo para satisfacer sus intereses particulares, pudiendo apelar a la violencia en sus diversas formas, para triunfar sobre sus adversarios, sabiendo que sólo los más competitivos habrán de alcanzar el éxito, que se expresa esencialmente en la posesión de bienes materiales.

Esas concepciones se han convertido en una ideología, que dado su carácter hegemónico ya no necesita justificación, la sociedad en general la asume como válida y normal; esa ideología es transmitida y reproducida por los grandes monopolios de la comunicación a nivel mundial, mediante las vastas posibilidades que hoy la tecnología les permite, especialmente a través de las plataformas digitales.

Basta ver y escuchar los contenidos denominados de entretenimiento y deportivos que hoy ofertan dichas cadenas trasnacionales, incluida la programación en señal abierta que es la que más cobertura alcanza entre la población en general, cargados de violencia física extrema, misoginia, racismos, clasismo, prejuicios y estereotipos que justifican y normalizan la forma antes descrita de entender el espacio público y de socializar, para alcanzar el éxito individual y el reconocimiento colectivo.

Hay que subrayar que ese alimento inmaterial que se le administra a las personas de manera permanente, es recibido en contextos de extrema desigualdad social y de alejamiento del estado de derecho, por ende, donde priva la impunidad y la ley del más fuerte; esta involución a estadios primitivos contribuye a explicar que enfrentemos hechos de extrema violencia física, como la balacera en el colegio de Torreón.

De modo que intentar hacerle frente a ese grave problema mediante una revisión de mochilas de manera indiscriminada, no sólo constituye una violación a la privacidad y un paliativo contra los síntomas, sino una evidente ignorancia y un desdén por los factores estructurales que lo están determinando.

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