La responsabilidad histórica

La responsabilidad histórica

Cinthya Yadira Barrón Ruiz

 

En muchas ocasiones he escrito y hablado de la importancia y utilidad de la historia para la formación de los individuos en la sociedad. A propósito de ello varios historiadores y amantes de la historia han enunciado afirmaciones que tratan de demostrar el por qué es importante el conocimiento del pasado: desde el básico “la historia nos sirve para conocer nuestro pasado y saber de dónde venimos para tomar el rumbo hacia donde vamos” hasta el enunciado pragmático de “la historia nos sirve para no volver a cometer los errores del pasado”. Heródoto, uno de los considerados padres de la historia se refería a la historia como la ‘magistra vitae’, o  ‘maestra de la vida’ o sea la que enseña a las personas en particular y a los pueblos en general como dirigirse, comportarse y gobernarse.

            Si se analizan las posturas de las diferentes culturas y épocas encontramos que el conocimiento histórico figura como una de las principales inquietudes del ser humano y que en las escuelas y lugares de enseñanza e instrucción la historia ocupaba un lugar importante para la formación del alumnado y de los individuos. De esta manera tanto los que tenían los recursos para asistir a una escuela como los que se reunían alrededor del anciano de la tribu a escuchar desde la tradición oral el pasado de sus familias, de su pueblo, todos ellos buscaban encontrarse en el espejo de su pasado para poder explicarse el por qué de su presente.

            Si como he venido mencionando la historia ocupa un lugar muy importante en la formación de pueblo, ¿por qué en las sociedades actuales pareciera que el pasado resulta un conocimiento del que fuera muy fácil prescindir? De hecho he escuchado comentarios que desacreditan la importancia de la historia como elemento de formación básica, arguyendo que se trata más de ‘cultura general’ que de un conocimiento elemental para el ser humano. Esta idea es la que lamentablemente tienen muchas personas que consideran la materia aburrida, tediosa y poco útil. Recientemente en Chile se abrió el debate y la protesta al proponer Historia y Educación Física como materias optativas para el 2020. Afortunadamente ganó la voz de la razón y seguirán como materias obligatorias en el plan de estudios.

            En México actualmente vivimos en un estado de crisis en cuanto al interés, histórico se refiere. Y mientras el gobierno actual por un lado utiliza solo ciertos sesgos de la historia para legitimar su discurso, por otro lado reduce presupuesto para la investigación histórica y pone en vilo a los académicos. Ni hablar de los programas de enseñanza de historia.

Pero ¿y qué hay de nuestra propia responsabilidad histórica? Hace un par de años vivimos un par de celebraciones que con tanta jocosidad y derroche de dinero (¿alguien se acuerda del centenario-bicentenario?) en ellas se intentó crear consciencia histórica en México pero al final, en la idea general de la sociedad quedaron más como fiestas patrias con duración de un año que como una ocasión para replantear el rumbo del país, tomando en cuenta que la maestra de la vida nos estaba alertando para la transición democrática que llegaría un par de años después.

En medio de este escenario también están los historiadores, los que se dedican de manera profesional a sacar de los laberintos del tiempo la información que nos hace explicarnos el por qué de nuestro presente. ¿Y la responsabilidad histórica que nos toca? A los historiadores de profesión y oficio nos tocaría divulgar, instruir, contagiar del conocimiento histórico a la sociedad para que en próximas elecciones, toma de decisiones y demás acuerdos políticos, sociales e individuales las personas tengan los recursos históricos, críticos y reflexivos para tomar una decisión. Y que esta vez el voto no sea por resentimiento ni por esperanzas en un cambio que, la historia y los antecedentes lo alertaron, no iba a pasar.

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