Las inundaciones en Tabasco, Campeche y Chiapas, de los últimos días y que siguen afectando a cientos de familias, particularmente a las más pobres que están literalmente con el agua hasta el cuello, no es ninguna casualidad ni producto de designios divinos, sino consecuencia de omisiones y errores que ante la impunidad se siguen repitiendo.
En especial sobre el caso de Tabasco, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que, ante la intensidad de las lluvias registradas en el sureste y, el incremento del caudal de agua de los ríos, se tuvo que optar entre inconvenientes, por lo cual al desfogar la presa “Peñitas”, si bien se evitó un daño mayor a Villahermosa, se afectó gravemente a la zona chontal, una de las más marginadas.
Cabe destacar que desde hace siglos, en Villahermosa se han efectuado una serie de cortes a las rutas de escurrimiento de los ríos, que han contribuido de manera decisiva a la generación de los desastres de los que ahora nos enteramos una vez más.
En este marco, diferentes estudios ha puesto en evidencia que desde el siglo antepasado, en promedio cada 10 años se han presentado este tipo de inundaciones mayores, sin que las autoridades hayan sido capaces de tomar medidas contundentes para evitarlas.
En ese sentido habría que subrayar que en los últimos 17 años, los gobiernos federal y estatal han puesto en marcha diversos planes y presupuestos, para enfrentar el problema de las inundaciones en la región, los cuales como se puede ver han servido de nada.
De modo que desde hace una década la CNDH ha detectado obras inconclusas, omisiones, presuntos actos de corrupción e incumplimiento de normas.
Estos hechos nos conminan a reflexionar que no ha prosperado la idea de limitar la explotación y el uso indiscriminado de los recursos naturales, debido a conflictos e intereses locales y trasnacionales, en tanto siguen imperando los modelos extractivos de petróleo, litio, minerales, tierras raras y metales, básicamente por los gobiernos de Estados Unidos, China y varias naciones europeas, que los consideran sustentables.
El concepto de sustentabilidad está sujeto a interpretaciones basadas en ideologías e interese económicos dominantes, pues vivimos en un sistema económico globalizado, cuyo principal interés es la reproducción del capital, y no la articulación de esfuerzos nacionales para revertir el hambre y la falta de acceso a servicios básicos, que enfrentan tres mil millones de personas en el planeta.
Hay que destacar entonces que en este mundo globalizado, la sustentabilidad y la transición energética, están basadas en el dominio de aquellos países sobre los denominados periféricos, de los cuales acaparan sus bienes naturales, mientras los convierten en depósitos de agentes externos.
Debemos tener presente que el sector extractivo está considerado como principal generador de basura, a la luz de los daños socio ambientales que deriva, baste decir que tan sólo en la década pasada rebasó los 300 mil millones de dólares, por concepto de accidentes y daños territoriales causados.
Habría que asumir que hemos sido depredadores, destruimos el hábitat natural, introducimos agentes invasores, contaminamos agua, suelo, aire, sobreexplotamos especies y calentamos el planeta, lo que ha llevado a la pérdida de ecosistemas acuáticos, matorrales, pastizales, bosques y selvas.
En suma, hay que precisar que no hay desastres naturales, sino que estamos ante fenómenos antropogénicos, es decir, acciones humanas que están afectando a la naturaleza y que seguirán propiciando desastres, ante omisiones y complacencias de los diferente órdenes de gobierno.