Es bien difícil ser mujer en México

Por Guadalupe Escobedo Conde

 

Mal y de malas, con el pie de la izquierda inicia la cuenta regresiva para las manifestaciones de las mujeres y no hay arreglo, ni consenso, para tener una relación armoniosa con la estructura actual del poder político. En México el presidente trae un pleito casado con nosotras, no es que no nos apoye o no este de nuestro lado, es que le fastidia cualquier tema feminista.

 

Su “Ya Chole” que deriva del nombre femenino de Soledad y que es un modismo popular mexicano para dar significancia al hartazgo por algo, lo ha reiterado en los últimos días, para pedirle a las activistas que ya le bajen dos rayitas a las denuncias contra su, todavía candidato, Félix Salgado. Lo ha dicho también para demostrar el enfado que le provoca cualquier causa feminista, no cree, o no quiere creer que las activistas, en su mayoría, son orgánicas y voluntarias.

 

Para López Obrador, las mujeres somos una monserga, una piedrota en el zapato que le molesta más que cualquier opositor político, cada vez que puede minimiza la protesta social femenina, cada vez que le place presume su gabinete paritario, aunque sabe que en la práctica no nos ayuda mucho y cada vez que se acuerda promete que él protege a las mexicanas, pero la realidad, que se nos estampa en la cara, es otra y contra eso no hay demagogia que valga.

 

Hoy más que nunca, es bien difícil ser mujer en México.

 

Por tradición estamos trabados en una sociedad machista y misógina, por comodidad del sistema patriarcal no logramos romper el pacto que nos dé una vida igualitaria, sin embargo, poco a poco se ha ido gestando un gran movimiento social que ya está cambiando las reglas, ya más mujeres se atreven a denunciar si con víctimas de acoso, abuso o cualquier violencia, ya más mujeres reconocen esas violencias y cada vez son más las que están luchando por sus derechos.

 

Ha sido a través de la insistencia ciudadana que se han logrado cambiar la vida de muchas, se ha intervenido en los congresos para plantear iniciativas y reformas legislativas que mejoran el marco legal para la protección de las mujeres, las colectivas siempre activas, se han recargado mucho en las redes sociales y poco a poco están cambiando las mentes de mujeres y hombres para una mejor relación entre sí, de respeto absoluto al ser, de empatía, sororidad, humanidad, sin pleitos y sí mucho reconocimiento de los problemas que hay que combatir para reconstruirnos en una mejor comunidad.

 

Pero nunca como ahora, nos habíamos topado con el muro del poder que busca achicarnos, que no valora la participación ciudadana en una acción que debería ser del Estado en su conjunto, sociedad y gobiernos. Que nos ningunea desde el máximo estrado del poder.

Si hoy hay más mujeres empoderadas en su ser, es por el activismo feminista, no por campañas políticas como las de “cuenta hasta diez” o “llama al 911”, tampoco por programas sociales que desaparecieron, ni por el discurso que busca invisibilizar a la mujer en la vida pública y hasta en la privada.

 

Es muy lamentable que luego de un largo año de pandemia, de crisis sanitaria, económica y social, muchos no hayan aprendido nada. Por ellos, es que la resistencia feminista debe seguir, por todas partes, con más fuerza y sin desanimo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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