El pasado 01 de octubre, a los 93 años de edad, murió Miguel León-Portilla, filósofo, historiador y antropólogo que deja para la humanidad una invaluable obra académica sobre el pensamiento y la literatura náhuatl. Gracias a sus aportaciones junto con las de investigadores como el sacerdote Ángel María Garibay y el arqueólogo Manuel Gamio, ha dejado de prevalecer la narrativa hispánica según la cual, Mesoamérica era la tierra donde sólo se cultivaba maíz, se hacían sacrificios humanos y se jugaba pelota.
León Portilla emprendió una amplia labor de investigación científica, con el objetivo de entender y revaluar a la cultura náhuatl precortesiana, cuya profundidad le permitió cubrir a la que sobrevive hasta nuestros días, tomando en cuenta que a la fecha son más de un millón y medio de compatriotas que tienen a esa lengua como materna, por lo cual en forma paralela impulsó la educación rural bilingüe, como parte de la defensa de los derechos de las poblaciones originarias.
Sus contribuciones en materia de filología náhuatl son inconmensurables, en cuyo marco destacan sus obras ya clásicas: La Filosofía Náhuatl, escrita en 1956, y La Visión de los Vencidos, escrita en 1959 y que ha sido traducida a 15 idiomas, en la cual se describen diversos hechos sobre la conquista española desde la perspectiva de los conquistados, que parten de las premoniciones de Moctezuma hasta los Cantos Tristes, luego de la caída de Tenochtitlán.
Su vasta obra recoge y estudia las creencias, las tradiciones y el pensamiento de culturas prehispánicas; en ese sentido, revela la existencia de la filosofía azteca mediante un acercamiento al objeto de estudio, que inicia con el aprendizaje del náhuatl, para luego analizar la poesía, la pintura, la escultura y la oralidad que evidencian la riqueza de esa civilización, dotada de una ética sobre la vida cotidiana, de una estética y de una erótica; poseedora de una visión sobre el quehacer humano ligado de manera armónica al cosmos, sin las ataduras de la visión teológica sobre un mundo que terminará.
A unos días de haber conmemorado el Día de la Raza, al cual le sobrevive el debate sobre el eufemísticamente denominado encuentro de dos mundos, con que desde la ONU se ha pretendido matizar el proceso de conquista violenta y sanguinaria de los españoles que llegaron a América; sería bueno recordar que León-Portilla defendió la autonomía de los pueblos autóctonos, como fundamento para la comprensión de nuestro pasado. En ese marco, al igual que su tío Gamio, LeónPortilla sostenía que los gobernantes debían conocer los orígenes de México, para poderlo comprende y gobernar.
En suma, León-Portilla ha contribuido a reivindicar el valor de las civilizaciones prehispánicas, destacando su valor simbólico de dignidad y de orgullo por lo que fuimos y que en alguna medida trasciende hasta el siglo XXI; de modo que más allá de los discursos protocolarios alrededor de la vida y la obra del humanista, sería loable que los gobernantes asumieron la recomendación de estudiar la historia de México, desde la visión de los conquistados, y que las autoridades educativas garantizaran el acercamiento de niñas y niños de educación básica a ese conocimiento y a esa lengua; en lugar de estar tan ocupadas en imponer a los estudiantes el aprendizaje del idioma inglés, que los va distanciando cada vez más de sus orígenes, y por cuya vía, se sigue facilitando la conquista cultural bajo la cual hoy nos dominan las naciones hegemónicas.