Por Guadalupe Escobedo Conde
Está muy de moda y es muy mentada en las mañaneras, por lo mismo ya se está choteando la palabra Bienestar, igual que pasó con Solidaridad, un término que aludía a la cohesión social, la unidad de todos por una sola causa que no se consiguió, la de sacar de la pobreza a los mexicanos marginales y hoy solo es recordado por la corrupción circundante a las acciones gubernamentales.
Con la propuesta presidencial del Gas Bienestar, se nos recordó que esta etiqueta esta puesta para todas las promesas políticas de esta temporada, para los programas alimentarios, las pensiones de adultos mayores, las becas, las escuelas, las personas con alguna discapacidad y desde luego que para los pocos apoyos destinados a las mujeres.
Bienestar, según la RAE es cuando tenemos un “conjunto de las cosas necesarias para vivir bien. Una vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad”. Entonces en un país que desde la política pública se sigue ninguneando a la mujer, suena a falacia.
El Fondo para el Bienestar y Avance de las Mujeres, es emitido por el INMujeres y está dirigido a los estados para realizar acciones con perspectiva de género, análisis interseccional y enfoque de derechos humanos, está dedicado a erradicar el embarazo infantil y disminuir el embarazo adolescente.
Además de que se presumen otros apoyos, como para las mujeres trabajadoras, las madres solteras o las víctimas de violencia, es este fondo, el “Fobam”, el más mentado en el discurso presidencial y precisamente en la reaparición de las mañaneras el pasado mes de junio, Nadine Gasman dijo que mediante éste se fomenta que “las niñas y adolescentes puedan ejercer su derecho a vivir libres de violencia, tengan una vida plena y alcancen sus sueños”, abundó en las otras acciones, que dice que tienen su hoja de ruta por la igualdad y están plasmadas en el documento del Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Proigualdad 2020-2024) mismo que presentaron ya muy entrado este sexenio.
Las colectivas feministas insisten en refutar estos dichos y sostienen que este gobierno no trae en la agenda de sus políticas públicas ningún apartado con visión de género.
Recordemos que el Inmujeres estuvo acéfalo casi un año, al inicio de la gestión, por lo que todo trámite, planeación y presupuesto por eso se retrasó, cuando llega la nueva titular emprende una serie de foros estatales para presentar un diagnóstico, esta gira le tomo un año y el resultado fue presentar plan desfasado, con casi dos años de retraso.
La presidenta del Inmujeres, Nadine Gasman Zylbermann, dijo que todo el gobierno tiene su hoja de ruta de trabajo por la igualdad en el Programa Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (Proigualdad) 2020-2024, en el que quedaron plasmadas las tres principales preocupaciones de las mujeres: vivir en paz y sin violencia, tener independencia económica y contar con servicios de cuidados de calidad.
Al tiempo que se dibujaba un panorama rosa “gracias” a los apoyos sociales, se reconoce que en México aumentó el feminicidio, la violencia doméstica, las llamadas de emergencia de las mujeres, el desempleo para ellas, la pobreza focalizada en la población más vulnerable, mujeres y niñas y con esto queda claro que no hay un ejercicio público óptimo para que alcanzar el bienestar de la mitad de la población, que la constituyen las mujeres.
El voto femenino tuvo mucho que ver para la nueva alternancia, igual que muchos, las ciudadanas escucharon las promesas de la transformación y eligieron el cambio, sin embargo, la desilusión llego pronto, se cancelaron instituciones y programas sociales importantes etiquetados para las mujeres y amén de esto, se percibe desde el poder presidencial patriarcal la intención de invisibilizarnos, pero el feminismo que, si es transformador, se apropia de la sororidad, para aguantar los antónimos del bienestar: malestar, escasez y desdicha.