Por Guadalupe Escobedo Conde
Aunque es una palabra familiar, para quien ya ha sido madre y le prescriben 40 días de cama para amantar al crío, recuperar la fuerza de la matriz y superar, casi aislada, la depresión post parto, la cuarentena no nos está sentado nada bien a las mujeres. Eso de ser multitareas, madre y en muchas ocasiones, padre a la vez, luchonas, profesionistas, fashonistas y blogueras, se complica con el paso de los días.
Hemos pasado casi cincuenta días en la sombra, nada romántico el encierro que dista mucho de la película “Las 50 sombras de Grey”, la realidad femenina nos tiene al borde de un ataque de nervios, nos falta poco para perder el sentido del olfato al cambiar el Channel por el cloro, vinagre y laysol; el tacto seguramente quedará afectado por las ampollas que ocasiona el quehacer domestico; la vista se nos nubla con tanta exposición a las pantallas digitales y del oído, yo creo que también andamos mal, padecemos ya la sordera ovárica, porque a veces decidimos ya no escuchar a los niños, el marido, los vecinos, las amigas en línea y los estridentes tik toks, válvula de escape para los privilegiados que se divierten en sus mansiones.
Del sentido del gusto, aún no reportamos carencia, lo tenemos bien entrenado con las recetas de cocina que no paramos de hacer. Quizás el sexto sentido, ese que le atribuyen a todas las mujeres por pitonisas o habilidosas para el presentimiento, es el que tenemos mejor entrenado, con ese nos basta a veces para ir sobre llevando estos días de confinamiento a los que nos somete Susana Distancia.
Empezamos románticamente contando los días, colocando un post en redes con frases de ánimo y bonitas oraciones por la paz mundial, sin embargo los largos días nos han llevado de la negación a la aceptación y luego a la desesperación por la atípica circunstancia que ya nos hace perder hasta el equilibrio.
Y es que cuidar niños, darle seguimiento a sus clases, cumplir con el trabajo a distancia, atender los horarios externos y los internos, y hacerse cargo de las labores domésticas no es cosa fácil, hacemos malabares para darle sentido a la vida familiar en cuarentena.
Sólo tenemos dos manos, igual que los hombres, pero las mujeres habremos de sortear todas las tareas, nos educaron para amamantar al niño, cuidar al enfermo, atender al esposo y obedecer a pie de puntillas, los cánones establecidos por un sistema patriarcal convenenciero, que se niega a morir, que en medio de la emergencia mundial por la salud pública se evidencia más y no hay tiempo que perder, tenemos que sacar al mundo del atolladero.
Y si, literal, traemos el mundo cargando en nuestras espaldas, por eso vivimos extasiadas, física y mentalmente, de ahí que nos tilden de locas por querer componer la suciedad del patriarcado.
La ciencia comprueba en estos días que la mujer está en la primera línea de todo, con labores esenciales, en hospitales, como enfermeras o médicas atendiendo a los enfermos y en casa, anotando en su diario íntimo, el tiempo que pasa intentando que la casa no se le venga encima