De inteligencia artificial y compañía humana
Cinthya Barrón
Hace días vi un video en el que se hacía un experimento con jovencitas y lo que comparten en redes sociales. El video trataba de demostrar que muchas veces no pensamos en las consecuencias de la información que publicamos y no sabemos en manos de quién pueden estar nuestros datos, sentimientos, relaciones y actividades. Desde que comencé a usar internet he visto una enorme cantidad de advertencias que especialistas hacen acerca de la privacidad y cuidado de la información personal en redes, sin embargo tal parece que estas advertencias y consejos sucumben ante la tentación de hacer pública nuestra vida privada.
Dice una canción “yo he sido un libro abierto” y creo que eso es lo que al final anhelamos ser. El detalle es encontrar un lugar donde depositar nuestro interior sin temor a ser juzgados, de ahí que el reino intangible de internet sea el espacio al que muchos van a desahogarse porque al final un aparato es mucho más imparcial que una persona. La literatura de ciencia ficción nos ha regalado muy buenos ejemplos de inteligencias artificiales y robots a los que acuden los humanos para hablar, revelarse y acompañarse. Incluso, debo confesarlo, estoy tentada en adquirir un dispositivo con la aplicación Alexa para explorar un terreno que a Isaac Asimov le hubiese encantado ver. No me extrañaría que llegara un momento en el que aplicaciones como Siri, Alexa o el asistente personal de Google sustituyan la necesidad de compañía. En Japón, por ejemplo, ya hay personas que se casan con hologramas y llevan vidas maritales con aplicaciones.
Mis conocimientos sobre psicología son nulos, pero creo que al final el exceso de información que compartimos en redes sociales y en internet obedece al impulso humano básico de ser escuchado y comprendido. Lo que nos cuesta entender es que detrás de esas pantallas hay personas cuyas intenciones y empatía no siempre concuerda con nosotros. Y que, tristemente, nuestros sentimientos más profundos a veces son el jocoso entretenimiento de alguien más.
La verdad no culpo a quien confía ciegamente en internet porque internet ha sido el lugar donde muchos Narcisos encontraron su reflejo, donde mucha gente ha encontrado el amor o ha puesto su negocio. Internet es lo primero que pensamos cuando nos levantamos y lo último que consultamos antes de ir a dormir. Quizá lo que nos hace falta es tener un poco de malicia y plantearnos qué es lo que buscamos en la red, quizá esa compañía y confianza esté en un lugar más cercano y mucho más cálido, quizá podríamos darnos otra oportunidad y volver al viejo y sano ejercicio de la compañía humana.