Por Guadalupe Escobedo Conde
Parece que fue ayer, pero ya tiene un año que saltó a la fama el Doctor Hugo López-Gatell, que a primera impresión enamoró con su elocuencia y sapiencia, su poder para comunicar y empatizar con la ciudadanía atrapada por la incertidumbre de un virus desconocido que llegó a México a finales de febrero del primer año pandémico de esta era. La tranquilidad con la que abordó la emergencia nos daba cierta confianza de que saldríamos de está pronto y sin tantas muertes que lamentar, pero el destino ha sido otro.
El galeno, que quizás aún traía la cruda del festejo de su cumpleaños 51 (22 de febrero) se metió como virus a las primeras planas de la prensa nacional, opacando otras figuras de la 4T y brillando tanto en las columnas políticas como en la revistas del corazón, recordemos que en abril su carisma lo ubicó en las portada de la prensa de espectáculos donde se le acuño el terminó “rockstar” y los adjetivos “el inesperado hombre del momento” “Esposo, padre, amante del rock y voz de Covid 19 en México”.
Y ahí estábamos, como esperando la telenovela vespertina, pegadas a las pantallas para verlo llegar corriendo y sonriendo, entrando a palacio nacional y salir a cuadro puntal a las 7 de la tarde para levantar el telón, mostrar músculo, carita y su hábil manejo del reflector, el micrófono y las cifras.
Ya en la cúspide de la fama, se volvió más político, endureció la piel para aguantar vara a tanta crítica personal y mutó a un personaje más duro, respondón y dispuesto a mantenerse en el cargo, cueste lo que le cuete a la pandemia, pese a que la mitad del país pide su salida del cuadro.
En este tiempo ha recibido en más de cinco ocasiones el espaldarazo presidencial, sobre todo ante las embestidas de los partidos políticos que han llevado hasta tribuna la petición de quitarlo del ejercicio público, pero estas impugnaciones le han hecho lo que el viento a Juárez.
De ascendencia española, el epidemiólogo ha sido el rostro más retratado de la cuarentena, ni cuando tocaba la flauta con destacados músicos que después se integrarían a los grupos la Gusana Ciega o Santa Sabina, tuvo tanto foco encima, ni tanta audiencia, ni tantas portadas y aplausos.
Su hoja de vida académica lo distingue como un científico que ha destacado en medio centenar de investigaciones internacionales, en tuberculosis, en VIH, en Influenza y ahora el nuevo coronavirus, que lo llevó al estrellato.
Pero, como sabemos, no hay hombre perfecto, luego nos enteramos que era padre divorciado, un poco alejado de su pequeño hijo, por sus ocupaciones y luego resulta que le gusta andar sin cubre bocas y no respetar la sana distancia, algo que en estos tiempos no se ve nada bien.
De las portadas glamurosas que lo etiquetaban como galán cincuentón e inteligente que venía a salvarnos de la amarga cuarentena, no queda mucho, ya que fue descubierto por paparazis en condiciones incómodas y en lugares playeros, convirtiéndose en el blanco perfecto para la fábrica de memes.
Insiste que no tiene aspiraciones políticas, pero, aunque las tuviera no llegaría muy lejos, su personaje esta ya tan desgastado que bajó el rating de las conferencias vespertinas y ya no está en las preferencias del público, las más de 160 mil muertes por una mala estrategia ante el Covid le han restado méritos, su lealtad a un jefe obcecado lo aleja hasta de la ciencia y terminará, porque algún día terminará todo esto, de vuelta en una biblioteca ensimismado, escondido bajo los libros que le han sembrado el conocimiento que no pudo defender ante la política de la 4T.