Alfredo López Austin, el historiador que dedicó su vida académica y profesional, al estudio de las civilizaciones mesoamericanas, falleció el pasado 15 de octubre, a los 85 años, víctima de un cáncer que le aquejaba desde hacía varios años, lo cual no fue obstáculo para que siguiera investigando y escribiendo sobre el México antiguo.
Entre las muchas razones por las que López Austin fue y seguirá siendo reconocido, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, destacan su vasto conocimiento sobre la cosmovisión mesoamericana, y su lucha a favor de diversas causas sociales.
Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, analizó la relación del mito con la legitimación de sistemas de dominio político, cuya revisión histórica partía desde el mito de Quetzalcóatl, hasta los que los distintos gobiernos posrevolucionarios han inventado, para intentar legitimar políticas y acciones de gobierno.
Fueron varias las ocasiones en que mediante sus escritos, el historiador lamentó que la sociedad mexicana contemporánea viviera aterrada por el futuro, es decir, con incertidumbre ante las enfermedades, el desempleo o la inseguridad; reflexión que cobra una extraordinaria vigencia y que, irremisiblemente nos conduce a las estrategias que adoptan los diferentes poderes, destacando los de facto, como mecanismo de control sobre la sociedad en su conjunto.
Su gran interés intelectual e investigaciones sobre los pueblos originarios, le llevaron a criticar y a deplorar a los distintos gobiernos que, más allá del discurso patriótico y de utilizar a las comunidades autóctonas como objeto decorativo de la narrativa oficial, han hecho poco o nada para mejorar las condiciones de vida de dichos pueblos.
Científico de izquierda democrática, lamentaba la perpetuación del racismo y de la explotación; hechos deleznables que conminan a recordar el planteamiento de Pablo González Casanova, sobre la colonización interna, concepto con el que explicaba la dominación de una clase social sobre las demás, y cuyo fundamento ideológico descansaba precisamente en la supremacía racial; fenómeno que a la fecha sigue por demás vigente.
Son innumerables las obra que el historiador nos ha legado, en ellas aborda los rituales aztecas, la medicina náhuatl, la educación y la religión prehispánicas, así como la mitología de Mesoamérica ligada con las ideologías.
Obtuvo múltiples reconocimientos, algunos junto con su hijo, el arqueólogo Leonardo López Luján, tanto en nuestro país como allende nuestras fronteras, lo cual nos habla de la trascendencia de su obra.
La obra de López Austin es en suma, un extraordinario aporte a la formación de identidad nacional a partir de la ciencia y no del dogma; trasciende la instrucción para colocarse en el ámbito de la formación, es decir, de la educación. Abona a contrarrestar la indiferencia social ante las injusticias, al conocimiento amplio de lo que fuimos, de nuestras raíces.
Afortunados hemos sido por contar con historiadores como Miguel León Portilla y López Austin, que nos ayudan a entender y asumir nuestro componente indígena, tan vilipendiado mediante esa vigente colonización interna que tanto nos urge neutralizar.