Por Guadalupe Escobedo Conde
Entre la mala racha de puras noticias fatales, quizá pasa desapercibida la información que es un bálsamo para el cuerpo y el alma, pero si le busca, se encuentra. Esta semana se oficializó que salen de los aparadores comerciales las “misses”, los concursos de belleza femenina patrocinados por el dinero público, y también nos despedimos con gran gusto y sin nostalgia de El Tigre Toño, El Osito Bimbo y El Gansito entre otros antihéroes nacionales que tuvieron gran fama y fortuna a costillas de la obesidad infantil.
En el caso de los certámenes de los cuerpos más esculturales que eran financiados por los tres órdenes de gobierno, no habrá ya “la flor más bella del ejido”, ni la Señorita Tamaulipas o la mexicana más bonita, al menos no seguirá la fabricación de mujeres de oropel con financiamiento público. Eso es otro logro de la lucha feminista, al que llegamos un poco tarde, pero llegamos. En otros países también se ha legislado al respecto y se ha dejado de entregar dinero del erario a estos eventos disfrazados de promoción turística, que solo generan cosificación y violencia simbólica contra la mujer.
Con la enmienda la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que este primero de febrero cumplió 14 años de su publicación, se sigue adecuando el marco normativo para prevenir y sancionar los temas de violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres del país.
Además de que los concursos casi siempre estuvieron envueltos en escándalos por la forma de presentar a las mujeres, empoderando solo el cuerpo y nulificando su pensamiento, era un secreto a voces que estos tipos de eventos sociales se convertían en políticos y muchas veces fueron utilizados con fines más libidinosos que con el propósito de proyectar una sana imagen de las concursantes.
A Lupita Jones no le cayó en gracia que se le quitaran los viáticos oficiales, y no es que se cancelen al cien por ciento, pero si desea continuar con su empresa, deberá hacerlo sin la participación de los gobiernos que en anteriores épocas destinaron dinero a manos llenas para estos proyectos de belleza, en una franca incongruencia porque se llegó a tirar más dinero en estas pasarelas que en programas de atención a víctimas de violencia de género.
El otro acierto legislativo, se modificó la Ley General de Salud y con una nueva norma oficial para el etiquetado más claro de los alimentos que consumimos, se obligó la salida de los anaqueles de los personajes caricaturizados, siempre masculinos, que incentivaban el consumo de alimentos chatarra.
Los comics que se quedarán en el imaginario colectivo de los “chavorrucos” no dañarán más a los hijos de los millenials. La botana que seguramente nunca probaron las concursantes de belleza, daba en el blanco con infantes que seguramente hoy estarán luchando contra las calorías en su cuerpo, no olvidemos que México tiene el vergonzoso el primer lugar en obesidad infantil.
Lo queramos o no, la pandemia es un parteaguas histórico para la humanidad, habrá un antes y un después del Covid19, y entre tantos cambios de hábitos sociales, son bienvenidos los que nos mantendrán saludables y los que reconocen en la mujer sus plenos derechos, como humanas. Quizás de a poco, sí saldremos más humanizados de esta crisis.