12 de octubre

El día de ayer 12 de octubre, conmemoramos un aniversario más del arribo a tierras americanas de la desorientada expedición española, encabezada por Cristóbal Colón, que abrió brecha al proceso de conquista efectuado años después por el ejército español, comandado por Hernán Cortés, y que culminaría con la caída de Tenochtitlan en 1521, dando paso al proceso de colonización de los pueblos originarios.

La llegada de los españoles a tierras americanas ha sido denominada de distintas maneras, en su mayoría cargadas de eufemismos para evitar aludir a la sanguinaria y destructiva conquista, que costó millones de vidas a los pueblos autóctonos, e implicó despejo, saqueo, explotación e intento de exterminio de quienes osaron oponerse a la invasión.

La espada y la cruz fueron los instrumentos utilizados por los conquistadores para imponer y luego legitimar su cultura, sus tradiciones y su dominio, que incluyó la denominada Santa Inquisición, para quienes rechazaron la hegemonía de la religión católica.

Cabe subrayar que el mestizaje fue básicamente de carácter biológico, pues el intento por destruir todo vestigio del mosaico cultural de los dominados no tuvo límites, salvo el de conservar mano de obra esclava.

En el marco de esta evocación que cada año se realiza a nivel internacional, la presidencia de la república ha informado que a través de la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller, le fue entregada una misiva al Jefe del Estado Vaticano, conminándolo a que, en su calidad de máximo representante de la Iglesia Católica y, junto a la corona española, ofrezcan una disculpa pública a los pueblos originarios de México, que para someterlos padecieron oprobiosas atrocidades.

La reiterada solicitud presidencial debe ser colocada en su justa dimensión, pues le son inherentes al menos dos hechos de suma relevancia nacional, que no deben seguir siendo escamoteados: en primer lugar, los 3,000 años de desarrollo civilizatorio en Mesoamérica, colocan a ésta como una de las grandes culturas de la humanidad, junto con China, Egipto y Mesopotamia.

En segundo lugar, es imprescindible que se reconozcan los deleznables hechos de masacre, sometimiento y saqueo que le fueron inherentes a la conquista, negados por la corona española y la iglesia católica, quienes han conseguido que en la propia educación oficial se reproduzca la versión de los vencedores; ese reconocimiento oficial de los hechos comprobados por historiadores y arqueólogos, abonará a que quede constancia en el mundo de lo que no debe repetir imperio o gobierno totalitario alguno, como por ejemplo lo ha conseguido el pueblo judío a propósito del genocidio nazi.

En ese sentido resulta por demás patético que aquí y ahora sigan proliferando voces que insisten en la intrascendencia de los hechos remembrados, o incluso que se tache de obsoleta la solicitud presidencial en comento; pues esas posiciones arropadas en la ignorancia, ponen en evidencia que goza de cabal salud la negación de nuestro pasado como estrategia de dominio y, por ende, que continúa vigente el lastre de observar como normal el dominio de los pueblos por los regímenes más poderosos, proceso histórico que hoy sigue su curso de manera sigilosa por la vía cultural.

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